Gran parte del debate mundial sobre el desempeño educativo se centra en un pequeño subconjunto de países, en su mayoría de altos ingresos, que obtienen altas puntuaciones en evaluaciones internacionales clave, como el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA).
“Para seleccionar las mejores intervenciones, los sistemas escolares necesitan considerar el rendimiento inicial de los estudiantes, sus recursos financieros y las capacidades de sus maestros y líderes escolares. Uno de los mayores errores que pueden cometer los sistemas educativos es «adoptar y trasladar» las mejores prácticas de un sistema que opera en un contexto muy diferente. Es buen momento para que la calidad vuelva a ser parte de la agenda y redoblar esfuerzos hacia la implementación”, dijo Felipe Child, socio de McKinsey & Company y líder de la práctica de sector público y social para América Latina.
Entre los desafíos que enfrentan los sistemas escolares estancados se encuentran:
• Directrices contradictorias. La educación no se considera una prioridad, lo que resulta en la incapacidad de recaudar fondos nacionales o de donantes necesarios para cumplirla. Los objetivos son numerosos, demasiado lejanos en el futuro y difíciles de medir.
• Interrupción del liderazgo. El cambio educativo requiere más tiempo de lo que la política suele permitir. Los ciclos electorales rápidos y los mandatos cortos de los ministros de educación pueden llevar a una confusión de prioridades, lo que a su vez puede complicar y desilusionar a los educadores y las familias. Esto se exacerba cuando los esfuerzos de transformación están vinculados a estructuras políticas, en lugar de estar más profundamente arraigados en las instituciones.
• Rechazo del sistema de reforma. Las mejoras pueden fracasar ante la oposición de las comunidades y los educadores que sienten que no fueron consultados. Es posible que las políticas de arriba hacia abajo no funcionen una vez que llegan a las aulas.
• Insuficiente coordinación y ritmo de cambio. Se dedica demasiado tiempo al desarrollo de estrategias y no lo suficiente a la creación de un plan de implementación con presupuestos alineados, plazos y responsabilidades establecidas.
• Estancamiento. Los sistemas intentan resolver los problemas de hoy con las soluciones de ayer. Los líderes pueden probar nuevas ideas, pero sin un plan para medir el impacto y llevarlas a escala.
Estrategias para mejorar
A pesar de estos desafíos, hay sistemas educativos que están superando los obstáculos y logrando avances significativos en el aprendizaje de los estudiantes año tras año.
La encuesta de McKinsey sugiere que los sistemas que han alcanzado sus objetivos de resultados escolares y de transformación han puesto en marcha estos ejes:
1. Base en la evidencia
Estos sistemas optan por estrategias basadas en evidencia y relevantes para su punto de partida, y priorizan el aprendizaje esencial, en particular en contextos con recursos limitados. Todos usan la tecnología como herramienta para mejorar el aprendizaje, y no como un fin en sí mismo.
2. Formar una coalición duradera para el cambio
Los sistemas educativos más exitosos ponen el acento en un conjunto reducido de prioridades coherentes, movilizando a los involucrados en torno a ellos para que todos – desde el liderazgo del sistema hasta sus directivos y docentes – contribuyan en igual medida. Invierten en una comunicación auténtica de dos vías con las familias, los educadores y la comunidad para diseñar mejores políticas y lograr un compromiso más profundo.
3. Crear capacidad de ejecución para escalar
Los sistemas más exitosos avanzan con rapidez de la estrategia a la implementación, marcando el ritmo de la reforma para demostrar tracción desde el comienzo y generando fuerza para transitar todo el camino hasta el impacto final.
4. Impulsar y adaptar con los datos
Los sistemas efectivos miden rigurosamente lo que más importa – los resultados de los estudiantes – y emplean información transparente para optimizar sus intervenciones. En simultáneo con el despliegue de métodos probados, crean espacio para la innovación y miden su impacto, y con ello retroalimentan su base de evidencia.
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